La puerta del estudio del anciano criminal ha quedado entreabierta. Por el resquicio huyen las cucarachas que inundaban el lugar, dejando atrás la caja fuerte saqueada por completo. Entre el humo que inunda poco apoco el cuartucho, una figura fantasmal, casi translúcida, parece espiar con timidez el cadáver del Cordero. Sus labios pálidos sonríen levemente antes de esfumarse en el aire ardiente.
Las vigas crujen con un estertor lastimero. Pronto el edificio entero se colapsará, convirtiéndose en una pira funeraria para toda la banda de Gaedren Lamm. Yargin Balko esta tirado en su estudio, el cráneo roto y el cuerpo atravesado por dardos y flechas. Esta medio desnudo y su semblante solo muestra el terror patético que precedió a su muerte. Patas de Araña arde junto a Bloo, ambos hechos pedazos por las armas de los atacantes en el piso superior. Y el cuerpo de Risitas aún humea en la entrada, como un aviso para extraños, después de ser asaeteado y quemado vivo a las puertas de la guarida.
Los rostros sucios de los huérfanos contemplan las llamas desde los callejones. Todos consiguieron escapar mientras los atacantes irrumpían en el edificio por todas partes. Contemplan como su único hogar es consumido por el fuego, mientras la ciudad a su alrededor enloquece con la muerte del rey. Aún no han empezado a preguntarse como sobrevivirán ahora. Pronto lo harán.
Doblan las campanas, atronadoras, como un epitafio para esta noche cargada de muerte. Y Korvosa desciende a todo velocidad por la espiral de la anarquía.
El Rey ha muerto. Larga vida a la Reina.
Revelaciones
Zellara esta muerta. Siempre lo estuvo. Su cabeza momificada y su baraja de presagiar se encontraban en la guarida de Gaedren, dentro de una sombrerera utilizada para envolver el macabro contenido como si se tratase de un delicado regalo.
Gaedren tiene un hijo. Rolt. El Cordero pronunció su nombre con un estertor antes de morir, llamándolo para que lo protegiera.