martes, 8 de abril de 2025

La Maldición del Trono Carmesí - 3.5 - Linaje Profano

TODO QUEDA EN FAMILIA

Sellado el trato con Vimanda, no les queda otra que enfrentarse al laberinto siguiendo las pistas que ella les ha proporcionado. Con Rhorcyn y Vencarlo ya recuperados, se ponen en marcha para encontrar una salida rápida de las salas trucadas que componen el laberinto, antes de que la guardiana del mismo decida emboscarles en un momento especialmente comprometido.

No tardan en localizar una trampilla en el techo tal y como su inesperada aliada les había prometido. Aunque esta protegida por una mortífera trampa, Drogodor consigue abrirla y de ese modo se cuelan en el nivel superior, que los recibe con un estruendoso sonido de engranajes en movimiento.

Maquinaria siniestra

Rápidamente se percatan de que cuanto les rodea es la gigantesca maquinaria que mantiene en funcionamiento los mecanismos del laberinto, y que todo ello es a su vez accionado por cuatro enormes criaturas. Se trata de cuatro elefantes esqueléticos de enorme fuerza, que con su movimiento perpetuo mantienen en marcha el sádico patio de juegos de los Arkona.

Solo hay una salida aparente de la sala, y es un pesado portón metálico al fondo. Se dirigen hacia allí cuidando de no perturbar a los gigantescos paquidermos no muertos. Por desgracia para ellos, la guardiana del lugar tiene otros planes. Sivit, la esfinge infernal hace su entrada.

Sivit, la Esfinge Oscura

El grupo tiene serios problemas para combatir a la poderosa criatura, sobretodo cuando esta termina liberando a los elefantes de la sala para que les aplasten. Sin embargo el uso de sus conjuros para tenderles emboscadas y realizar ataques traicioneros tiene sus límites. Muy malherida por Korag después de saltar sobre ella desde una cornisa, es empalada por Rhorcyn. Antes de desaparecer en un charco de burbujeante icor negro, les da las gracias por liberarla de su esclavitud.

Finalmente, pueden llegar a la puerta. La losa metálica parece encantada con los mismos motivos tétricos que el resto del Laberinto. Parece indicar que solo un sacrificio de sangre puede abrirla. Llevado por las sospechas y revelaciones recientes, Drogodor se corta la palma de la mano y la apoya sobre el metal caliente. Y la puerta se abre, permitiéndole entrar mientras sus compañeros se enfrentan al los monstruosos paquidermos, que parecen mas que dispuestos a cumplir las últimas órdenes de Sivit.

Dentro el varisio una gran sala de tortura, que muestra evidencias de haber sido muy utilizada a lo largo del último siglo. Además de todo tipo de instrumentos macabros, atado a un potro, localizan por fin a Neolandus. Apenas ha podido empezar a abrir sus grilletes cuando Vimanda hace acto de presencia.

Yo he cumplido mi parte.
Ahora os toca a vosotros.

Sin que hayan podido terminar de liberar a Neolandus, su dudosa aliada exige que se cumpla el pacto, y que unan fuerzas para acabar de inmediato con el señor de los Arkona. Sin embargo, Drogodor se muestra suspicaz. ¿Donde estaba Vimanda mientras se abrían camino por el laberinto y acababan con Sivit? ¿Por que no les prestó su ayuda durante el combate?

La rakshasa muestra los colmillos, molesta. El cruce de palabras se vuelve cruento mientras Drogo juguetea con la idea de cambiar las tornas para complacer al que podría ser su padre, algo que ahora mismo parece más factible y beneficioso que traicionarle. Cuando uno a uno el resto de sus compañeros se van uniendo a él, lo que se encuentran es un combate a punto de comenzar.

Es en ese momento cuando se escuchan unas resonantes palmadas de alabanza. Sentado relajadamente sobre otro potro, está el propio Glorio. No parece molesto, al contrario. Se muestra encantado con toda la situación.

¡Bravo, magnífico espectáculo!

Has jugado bien tus cartas, hijo mío. Dice, confiado y encantador como siempre. Ahora termina el trabajo. Mata a tu tía y ocupa el lugar que te corresponde a mi lado. Sabes que es lo que más te conviene.

Vimanda gruñe y desenfunda sus armas, dispuesta a defenderse. Pero ella tiene también algo mas que decir. Necios. Bahor juega con vosotros como ha hecho desde siempre. Solo sois un divertimento pasajero, una herramienta. Os desechará, igual que acabó con tu madre cuando se volvió un incordio para sus ambiciones.

Ni siquiera eso hace que Glorio pierda la compostura. Se limita a alzarse alisandose la pechera de su elegante atuendo mientras mira a Drogodor a los ojos. Su figura ondula en el aire hasta cambiar, mostrando su verdadera naturaleza. Es otro rakshasa, corpulento y poderoso.

Bahor rebelado

Puedes elegir creerla, hijo. Yo no voy a contarte ninguna historia evocadora. He sido sincero contigo en todo momento. Decidí cortejar a tu madre para unir sus dones a los míos. Sabes que no eres un simple varisio. Sientes que eres algo mas, que mereces mucho mas. Eso que sientes, tus anhelos, tu ambición, es mi sangre. Tienes que elegir.

Es en ese momento cuando Drogo decide... hacerse invisible. Se esfuma sorprendiendo a todos. En la sala resuena el sonoro amartillar de una ballesta, mientras ambos rakshasas muestran los colmillos y todo el mundo empuña las armas. Y entonces todo se precipita.

Un proyectil creado con una finalidad muy concreta...


Un chasquido resuena cuando para sorpresa de todos un virote se materializa justo al lado de la cabeza de Vimanda, fallando por una pulgada, para cruzar la sala entera y fallando también por apenas unos centímetros al propio Bahor. La acción deja a ambos rakshasas sorprendidos y alarmados. Entonces la menor de los Arkona hace su movimiento. Sus ojos malvas se clavan en Rhorcyn con un brillo malicioso. El elfo siente un impulso irresistible, que ha quedado profundamente enraizado en su subconsciente mientras estaba prisionero e inconsciente.

Ve y mátalo amor mío. ¡MÁTALO!

El lancero elfo no puede resistirse al influjo sobrenatural de su señora. A fin de cuentas, la ama, haría lo que fuera por ella. ¡Mararía por ella! Ante la sorpresa y consternación de todos, carga hacia el señor de los Arkona, que incluso en ese trance no pierde la compostura, y le invita a acercarse con un gesto insultante.

Pero cuando Siegadestinos golpea las protecciones arcanas de Bahor, estas se rompen una a una hasta que el filo encantado se clava en su carne, desatando el poder devastador del Ujier Mortal. Las energías oscuras muerden la carne encantada del amo de los bajos fondos de Korvosa, haciéndole sangrar quizás por primera vez en siglos.

Este súbito acto de violencia decanta rápidamente la balanza, y hasta el mas indeciso se lanza contra Bahor, que se defiende como un demonio. Con una señal telepática, los enormes elefantes de la sala contigua ensartan a Humbra este sus colmillos, dejándolo agonizante. Al mismo tiempo, Rhorcyn recibe varias puñaladas centelleantes.

Humbra a punto de recibir una desagradable sorpresa

¡Si eso es lo que queréis, descubriréis por qué nadie ha podido hacerme sombra en décadas, estúpidos! La amenaza del mayor de los Arkona nunca llega a cumplirse. Sorprendiendo de nuevo a todos, el mismo proyectil encantado, recogido sigilosamente del suelo y cargado en la ballesta mientras todos combatían, es disparado a quemarropa (esta vez sin confusión alguna sobre la intención) contra el propio Bahor.

Cuando la punta plateada muerde la carne, prácticamente la mitad del cuello del rakshasa desaparece con una detonación mágica. Pero aún así, la temible criatura se niega a morir. Consigue lanzar algunos golpes mas, antes de que los golpes combinados de Korag, Gunthêr y Rhorcyn lo rematen sin compasión.

Drogodor se hace visible en ese momento, contemplando con semblante sombrío el cadáver del que podría ser su progenitor. Sin embargo Vimanda no esta dispuesta a dejarle pensar sobre lo que ha sucedido. Rezuma satisfacción cuando concentra su voluntad en el.

Vimanda se relame ante su efímera victoria

Bien hecho Drogodor. Ahora sella nuestro pacto. Se un buen chico y tráeme el anillo de Bahor, para que yo pueda cumplir mi parte del trato.

El buscavidas varisio obedece como un autómata, tomando el gran anillo de sello que lleva en la mano el que era el Señor de los Arkona, y comienza a avanzar hacia Vimanda. Los demás se miran entre si indecisos, convencidos de que algo debe hacerse, pero incapaces de reaccionar. Es entonces cuando los tejemanejes de la rakshasa se vuelven contra ella. Llevado por un ataque de celos inducido por el hechizo al que esta sometido, Rhorcyn lanza un salvaje puñetazo contra Drogo, acertando de lleno en el mentón de su compañero. Debe ser él quien lleve el premio a su amada. Él y nadie más.

El anillo de la discordia


Con el puño ensangrentado recoge la alhaja y camina un par de pasos antes de detenerse, aturdido. Levanta la mano despacio y es cuando parece reparar en lo que ha hecho, horrorizado, mirando su guantelete. Luego sus ojos se alzan despacio para lanzar una mirada terrible a Vimanda. Con furia, la menor de los Arkona fija sus ojos demoníacos en Ghûnther y el malherido Umbra, pero ambos consiguen resistir su terrible influjo.

¡Necios! Masculla, llena de frustración. ¡Soy vuestra única esperanza! ¡Si me traicionáis ahora, acabaré con el senescal y el esgrimista aquí mismo! Y para subrayar su amenaza, desenfunda una de las jabalinas de su espalda, que crepita cargada de electricidad. Pero antes de que reaccione, vuelve a ser sorprendida, esta vez por Humbra. El mediano se limita a dar dos pasos hacia los dos prisioneros rescatados, mientras sostiene un pergamina mágico.

No podrás ponerles la mano encima. Sentencia el hechicero. Y con un destello relampagueante, se esfuma con Neolandos y Vencarlo, poniéndoles a salvo.

Con un bramido Vimanda se lanza al ataque, demostrando ser tan temible combatiente como su hermano. Sabiendo que la suerte esta echada, intenta por todos los medios derribar primero a Rhorcyn, que aun sangra por las heridas causadas por Bahor. Pero el elfo se bate como un demonio y pronto Korag acude en su ayuda. El propio Drogodor apuñala por la espalda a la que podría ser su tía. Y antes de que consiga escapar, el pico de guerra de Gûnther descarga un golpe demoledor atravesando cons sus bendiciones todas las protecciones arcanas de la criatura.

Así caen los poderosos

Vimanda cae muerta, en el mismo suelo que su hermano. Los Arkona, señores del crimen de Korvosa durante mas de un siglo, han caido, llevándose con ellos muchos de sus secretos, pero también toda su insidiosa maldad. Drogodor contempla los cuerpos reflexivo, al tiempo que sus dedos acarician el aro de metal que descansa en su bolsillo. Pues durante el combate, no puedo evitar el impulso de sustraerlo de la bolsa de su compañero elfo.

Después de todo, quien mejor que el para tenerlo. ¿Que mal puede haber en reclamar uno mismo su merecida herencia, aunque esta este claramente maldita? En su bolsillo, la baraja de presagiar de Zellara brilla inutilmente, completamente ignorada, como si intentase advertirle sobre las sombras en las que el bardo se está adentrando.

El dorado brillo de la tentación



IMPURO

Ahora que han cumplido su misión, es el momento de pensar en como escapar antes de que la legión de guardaespaldas de los Arkona caiga sobre ellos. Tras saquear la sala, descubren un muro ilusiorio que les lleva casi al punto de partida del laberinto, directos al muelle subterráneo... y al enorme garracife que dejaron allí.

A pesar de que entre Gûnther y Korag han sanado sus heridas lo mejor que han podido, se sienten poco predispuestos a enfrentarse a la temible criatura si no es necesario, así que deciden intentar pasar de largo con sigilo. Dado que es el que tiene un talento natural para ello, Drogodor se adelanta, mostrando un arrojo poco habitual.

Al abrir la puerta secreta, todo parece tranquilo y no se ven señales de alarma. El sigiloso varisio se adelanta hasta el borde del agua y finalmente, entre las turbias y oscuras aguas, consigue distinguir el cuerpo inmóvil del inmenso garracife.

Todo parece en calma...


Parece completamente inmóvil, como si durmiera o vegetara, a la espera de detectar alguna presa cercana. Hace un gesto a sus compañeros y estos van saliendo, con tanto sigilo como les resulta posible teniendo en cuenta que son guerreros pesadamente acorazados y armados hasta los dientes.

Es entonces cuando se percatan de que las puertas del templo, que ignoraron por completo cuando pasaron por aquí la primera vez, están ahora entreabiertas. Una luz versa se filtra desde el interior. Dado que su ruta de escape les obliga a pasar junto a ellas, una vez mas Drogodor se adelanta a investigar, saltando por encima de uno de los canales de agua mientras sus compañeros buscan como cruzar sin delatar su presencia.

Las puertas del templo de los Arkona


Al asomarse con cuidado, descubre que al otro lado se extiende la nave profusamente decorada de un templo, ricamente decorado y dominado por enormes estatuas de varias cabezas. Como si respondiera a un impulso irrefrenable, e ignorando los gestos enérgicos de los demás miembros del grupo, Drogodor se desliza por la estrecha abertura.

Y con un resonante golpe, la puerta se cierra.

El estampido metálico hace que la bestia reaccione de repente, emergiendo furiosa del agua. Gûnther y Rhorcyn saltan el foso a toda prisa y forman frente al agua para defenderse, mientras Korag usa su habilidad innata para llegar junto a la puerta e intentar abrirla a toda costa. Un encarnizado combate tiñe las oscuras aguas de rojo mientras el félido se desgañita durante preciosos minutos, usando su tremenda fuerza para empujar las enormes hojas de metal.

Finalmente, recurriendo a toda la furia de sus ancestros, consigue, centimetro a centimetro, abrir el hueco suficiente para saltar al interior. Allí se encuentra una escena estremecedora. La figura inconfundible de otro rakshasa se alza por encima de Drogodor, que se encuentra en trance mientras se realiza algún tipo de rito maligno sobre el. Dos gigantescas cobras vigilan de cerca al varisio, acariciándole con sus lenguas.

Drogodor sometido al rito rakshasa


Temiendo por su compañero, Korag ruge y se lanza al combate. Un gesto desdeñoso del sacerdote blasfemo lanza a las serpientes contra el félido. Sin embargo los ojos del rakshasa se abren como platos cuando el intruso decapita a una de sus mascotas de tres tremendos tajos, como un leñador. Poseído por la una furia atávica levanta los restos ensangrentados y los arroja a los pies del sacerdote, que retrocede claramente amedrentado.

Drogodor mientras tanto, ha conseguido recuperarse. Haciéndose valer de sus artes de bardo, suma sutilmente su poder al temor ya enraizado en su captor, convirtiéndolo en verdadero pánico. Aterrorizado, el rakshasa abre un portal mágico y huye por su vida. Sus serpientes sin embargo quedan atrás, dispuestas todavía a acabar con los intrusos.

Mientras en el exterior, la fuerza de Rhorcyn sumada a los certeros desvíos de escudo de Gûnther terminan por fin por abatir al enorme garracife. La criatura parecía poseída por una furia demencial que la impulsaba a luchar a pesar de las heridas, y solo un esfuerzo desesperado por parte de los aventureros evita que ambos acaben desmembrados entre sus poderosas pinzas. Jadeando, se vuelven hacia la puerta, tras la cual se escuchan ruidos de lucha.

El último estertor del garracife

Para cuando consiguen entrar haciendo uso de la multiherramienta del elfo, la lucha dentro ha terminado. Heridos y manchados de icor de serpiente, Korag y Drogodor se reúnen con sus compañeros, totalmente agotados. Al examinar el lugar constatan que en efecto se trata de un templo, aparentemente en honor a los Inmortales, los mas poderosos de entre los rakshasa. Seres de tanto poder que pueden compararse con Archidiablos o Príncipes Demoniacos.

Cuando es preguntado, el todavía afectado Drogodor les cuenta que el sacerdote ha intentado tentarle para que abrazase por completo su herencia, y se convirtiera en el heredero de los Arkona. Solo recurriendo a toda su fuerza de voluntad pudo resistirse a la coerción mágica del sacerdote el tiempo suficiente como para que acudieran en su ayuda. Queda el hecho, sin embargo, de que los esfuerzos de Abidexu (pues ese era el nombre del rakshasa) evidencian que Drogo si posee, mas allá de toda duda, sangre de los Arkona. Con todo lo que ello conlleva.

Es en ese momento cuando Rhorcyn se percata por primera vez de que el anillo de Glorio ha desaparecido, palpando sus ropas alarmado. Pero Drogo guarda silencio. Se guarda para si el hecho de que Abidexu le arrebató la sortija cuando el varisio eludió, tan escurridizo como siempre, sus ofertas de poder y condenación.

Antes de que nadie sugiera volver sobre los pasos del grupo para dar con la alhaja, el varisio comparte con ellos su idea. La fuga del sacerdote le ha dado una idea, ya que tanto Vimanda como Bajor tenían varitas similares a la utilizada por Abidexu para escapar. Heridos y agotados como están, lo mejor es escapar cuanto antes.

Tras inspeccionar con detenimiento el templo y saquear lo poco que hay de valor, todos deciden aceptar el plan de Drogo para dejar atrás cuanto antes el palacio de los Arkona.



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