sábado, 30 de julio de 2022

La Maldición del Trono Carmesí - 1.9 - Adentrándose en la Oscuridad


FACTORÍA DEL HORROR

Brilla el sol en lo alto cuando el variopinto grupo se adentra por las avenidas rodeadas de tumbas del Gris. Si vas a por un nigromante, es mejor ir a plena luz del día.

No tardan demasiado en dar con su destino. Las indicaciones del ladrón de cadáveres cruzadas con la experiencia de Korag y Drogodor patrullando con los servidores de Pharasma les resultan de gran utilidad. Un mausoleo largo tiempo abandonado parece ser la entrada a un complejo de túneles en el que esperan encontrar a su odiado enemigo.

Rolt Lamm. El Asesino de la Cerradura. Asesino en serie y, ahora lo saben, nigromante.

Se adentran en las tinieblas descubriendo que su blanco ha estado ocupado. Túneles polvorientos enlazan viejas cámaras mortuorias o incluso antiguas ruinas de las catacumbas, infestadas de horrores y de derros, que parecen servir como ayudantes al sádico asesino de Zellara.

Esbirro derro

Avanzan a lo largo de todo ese laberinto, comprobando espantados que Rolt ha estado ocupado. Habitaciones dedicadas al despellejamiento, despiece, deshuesado y recosido evidencian que el hijo de Gaedren ha excedido con mucho su antigua pasión, matar a inocentes, y ahora se dedica a cosas mucho mas truculentas y peligrosas. Parece estar reanimando cadáveres en diferentes formas, y construyendo golems con la carne putrefacta de los muertos.

A base de sangre y conjuros se abren paso a duras penas, lidiando con aberraciones no muertas y sádicas trampas. Desgastados en su avance, se ven obligados a dejar atrás algunos obstáculos para intentar no llegar hasta su blanco demasiado debilitados.

El grupo decide no asaltar una cámara en la que los derros parecen mantener encerrada una creación enloquecida de Rolt. Por otro lado, Drogodor hechiza a un horrendo carcelero ogro llamado Cabeza de Coliflor, sonsacándole valiosa información y dejándole atrás. Esa negociación se cobra un precio, del cual solo Drogo es consciente. El resto del grupo no se encuentra presente y deciden confiar en el varisio antes que enfrentarse a la enorme criatura.

Tras muchas penalidades, por fin alcanzan lo que parece ser el sanctasanctorum del nigromante, una serie de cámaras amplias que parecen pertenecer a viejas ruinas pre-chelaxianas. Allí encuentran el cuerpo a punto de ser reanimado de Gaekhen, el nieto de Mil Huesos que les han pedido recuperar.

Una encendida discusión sobre si el shoanti esta vivo, muerto, a medio camino o convertido en cosa, con no poca filosofía y muchos malentendidos de por medio, les hace perder por completo el factor sorpresa. Atraído por las diatribas de unos y otros, se presenta en la cámara un derro que demuestra ser mucho mas peligroso y contar con un guardaespaldas que demuestra ser igualmente letal.

A pesar de las llamas verdes que lo rodean, todos reconocen el cuerpo cadavérico de Gaedren Lamm.

He vuelto y estoy enfadado...

La reacción instintiva de todos es abalanzarse sobre la horrenda aparición y despacharla de una vez por todas. Sin embargo, eso le da al derro de túnica negra el tiempo suficiente para prepararse para la batalla.

Relg, igual que su amo, es nigromante. Conseguir doblegarle casi acaba con el grupo mientras lidian con sus muertos convocados y sus maldiciones. Rhorcin consigue lanzar una potente lanzada, pero esta a punto de morir con sus fuerzas drenadas y gravemente herido por un tremendo golpe de un gigantesco zombie. Humbra es cegado por un conjuro especialmente malicioso y los demás sobreviben como pueden mientras el pequeño derro les sobrevuela desde el techo de la gran cámara haciendo llover sobre ellos una letal lluvia de conjuros.

Finalmente las criaturas esotéricas convocadas por el hechicero mediano, que hace lo que puede aun privado de visión, distraen a Relg el tiempo suficiente como para que Korag trepe por la pared con sus garras felinas y, usando el muro como punto de apoyo, salte sobre el nigromante y lo aferre con toda la fuerza de su musculatura.

Relg, aprendiz nigromántico de Rolt

Inmovilizado y malherido, el derro se rinde con patéticas peticiones de piedad, soltando sin muchos problemas todo lo que sabe.

Es cierto que la guarida pertenece a Rolt, pero es solo una de la muchas de las que dispone en la ciudad. Es solo un laboratorio que usa para una afición concreta de las muchas que tiene, la creación de golems. Hace un tiempo que no pasa por allí, y la ultima vez que vino se llevó sus libros mas importantes.

Indecisos sobre que hacer con el prisionero, Drogodor decide consultar la baraja de presagiar de Zellara para dirimir si es valioso conservar a Relg o no. El resultado es inesperado y letal.

Al concentrarse en la magia de la baraja, el cuerpo espectral de la varisia albina se materializa delante de ellos. Y cuando los ojos de la adivina se clavan en el derro, en ellos solo hay reconocimiento y un terrible odio. Extiende sus manos alrededor de la cabeza del sirviente de Rolt y lo consume haciéndole chillar de espanto y agonía, hasta que solo queda una pila de ceniza.

Zellara desatada

Tras eso Zellara desaparece de nuevo dejando a todos profundamente consternados.

Tremendamente desgastados, algo desmoralizados y muy malheridos, deciden retirarse después de completar el registro de la cámara y recoger el cuerpo de Gaekhen. Por suerte, nada les ataca en el camino hasta la salida. Antes incluso de llegar a ver la luz del sol, alcanzan a escuchar un sonido que les resulta familiar.

Las campanas, todas las campanas de Korvosa, tañen a la vez. Exactamente igual que la noche en la que todo empezó.


LA NOCHE DEL CADALSO

El abigarrado grupo de antihéroes sale por fin al exterior. Sorprendidos topan allí con una patrulla de templarios de Pharasma, liderada por Lonegar, el sacerdote con el que Drogodor había alcanzado cierto entendimiento en sus diferentes visitas a la Gran Catedral del Gris.

Lonegar, templario de Pharasma

Les informan de cuando ha sucedido dentro, y los servidores de la Dama de la Muerte se comprometen a terminar la limpieza. Con aire circunspecto, Lonegar les recomienda que se pongan a salvo para sanar sus heridas lo antes posible, ya que la noche promete ser conflictiva en las calles de la ciudad.

Pues las campanas están batiendo porque se ha arrestado a la asesina del rey Eodred. Y va a ser colgada al anochecer frente a la colina de palacio.

Alarmados por las noticias, se dirigen a toda prisa a los cuarteles de la Guardia. Allí encuentran a una patrulla completa de los Caballeros del Infierno vigilando el acceso principal desde el otro lado de la calle, y a un piquete completo de guardias armados hasta los dientes guardando la entrada. La tensión entre ambos grupos de centinelas es palpable.

Caballero infernal

Cuando acceden al interior, parecen interrumpir una reunión entre la Mariscal y un hombre de porte noble. No es otro que Marcus Thalassinus Endrin, el comandante de la Compañía Sable, la caballería de elite de Korvosa que monta en hipogrifos. No captan todos los matices de la conversación, pero el condecorado Endrin parece estar reuniendo apoyos para una sedición abierta contra Ileosa, algo a lo que Cressida se niega, prácticamente echando de allí al orgulloso comandante.

Tras esto, la Mariscal les recibe mas frustrada e iracunda de lo que recuerdan haberla visto nunca. En cuanto les ha servido una copa a cada uno, les informa de la terrible situación. De alguna forma, la reina averiguó que tenía a Trinia bajo custodia. Una patrulla completa de Doncellas Grises liderada por Sabina Merrin (la guardaespaldas de Ileosa) se presentó con una orden firmada por la misma reina, para que la prisionera les fuera entregada de inmediato, e indicando que cualquier que obstaculizara el mandato del trono acompañaría a la asesina del rey al patíbulo.

Cressida se vió obligada a ceder. Por debajo de la rabia, se la ve derrotada y agotada. Son ya muchos días intentando mantener el orden y esta claro que se encuentra cada vez mas acorralada. La presencia de los Caballeros infernales es solo un indicativo de lo poco que confía ya la Corona en ella.

Les pide por tanto un favor, ya que para ella es imposible asistir. No esta confinada en los cuarteles, pero la situación es tan volátil que no se atreve a abandonarlos por temor a lo que pudiera suceder en su ausencia. Que acudan a la ejecución, esa pantomima de justicia, y la informen posteriormente de cuando acontezca en ella.

Se produce en ese momento una breve discursión. De alguna forma, todos cogieron cariño a Trinia en el breve tiempo que fue su prisionera, siendo evidente que ella es incapaz de cometer el crimen que se la imputa. Pero dados sus escasos medios y su penoso estado, resulta evidente que montar un rescate es del todo imposible teniendo en cuenta a quien deberían enfrentarse para ello, y el poco tiempo que les queda. Solo les queda una opción. Asistir como testigos impotentes. Solo se toman unos minutos para ser atendidos por los clérigos de la guarnición.

Acuden al lugar, lleno hasta los topes de gente deseosa de ver la ejecución. Para el populacho solo se trata de un espectáculo emocionante y gratuito, con el que puede que por fin se ponga punto y final a una época inestable y peligrosa. Asqueados, avanzan entre los vendedores ambulantes de comida y bebida. Todo se ha preparado al detalle, montando gradas para los notables de la ciudad, mientras que los caballeros infernales patrullan el gentío y las doncellas grises vigilan desde las azoteas armadas con potentes arcos.

Arquera doncella gris

Al atardecer, Trinia es bajada en carro desde el Palacio de Korvosa, aferrada a un poste. Impotentes, contemplan como la pálida artista recibe una lluvia de insultos y verdura podrida. Parece tan frágil e indefensa como recuerdan, prácticamente ajena a lo que sucede debido al terror. Es desatada y obligada a avanzar cuando la comitiva alcanza el patíbulo. El verdugo prepara la guillotina ante la espectación de la gente, esperando la aparición de la reina.

Ileosa se muestra al fin, en una elevada balconada, mas bella y deslumbrante que nunca a pesar de su indumentaria de duelo. Sus manos delicadas aferran la baranda metálica y se dirige a un pueblo, ofreciendo esta ejecución prácticamente como un regalo, con el que poner por fin orden e iniciar su reinado como legítima reina de Korvosa. Alza una mano y a su señal, el verdugo comienza a poner a Trinia en la picota.

En ese dramático instante, con una acrobacia imposible para humanos normales, una figura sombría se presenta para detener la ejecución.

Blackjack aterriza en el patíbulo, clavando un pie del verdugo al tablado con un experto lanzamiento de daga. Ante la sorpresa de todos, alza su espada al cielo y con una voz ronca que se escucha retumbar en cada rincón proclama:

"¡Hagamos pues justicia reina mía, pero a la ciudad de Korvosa y no a esta pantomima que llamáis monarquía! ¡Viva Korvosa! ¡Abajo la Reina!"

En ese momento se desata el caos. Los guardias mas cercanos reaccionan, pero el justiciero les despacha con maestría, centrando su atención en cortar las ligaduras de Trinia. En ese momento el verdugo consigue arrancar la daga de su pie y alza una enorme hacha... antes de quedar dormido por un conjuro de Humbra.

Con el semblante desencajado por la ira, Ileosa ordena disparar sin cuartel. Las flechas llueven sobre el patíbulo... y sobre el gentío. Y entonces es cuando comienza el verdadero drama. El pánico se apodera de la masa, encerrada en una plaza con salidas vigiladas y obstaculizadas. La desbandada deviene en pánico. Blackjack aferra a Trinia y se prepara para escapar.

El rescate de Trinia

Mientras, los miembros de la patrulla se niegan a huir, avanzando como pueden contracorriente. Usando los pocos recursos que les quedan, cubren con una cortina de humo alquímico el patíbulo y parte de la plaza. Las flechas siguen cayendo a discreción, incluso sin tener un blanco claro. Cadáveres siembran el suelo. Siguen el rastro de doncellas y caballeros abatidos hasta un muro, y dan por sentado que Blackjack y Trinia han conseguido huir. Es el momento de preocuparse de ellos mismos.

Separados unos de otros, cada cual escapa por sus medios. Humbra consigue adentrarse en las alcantarillas. Los demás, guiados por Drogo y su experiencia, consiguen colarse en una panadería y salir por la zona de carga posterior, que da fuera de la plaza. Huyen a toda prisa, mientras de nuevo las calles de la ciudad son recorridas por un caos que los caballeros infernales y las damas grises tratan de aplastar sin compasión.

FIN DEL CAPÍTULO UNO DE LA CAMPAÑA


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