jueves, 22 de febrero de 2024

La Maldición del Trono Carmesí - 2.5 - Victoria y Venganza

 ASALTO AL HOSPICIO DE LA SANTÍSIMA DONCELLA


Para sorpresa de Rhorcin y Korag, pocos instantes después de la detonación, la vocecilla de Umbra les lega por las rendijas de una parte del tejado cubierta con planchas metálicas, que en realidad es la parte superior del hueco del ascensor.

Agitado, el mediano les cuenta que ha conseguido llegar bastante lejos en sus pesquisas. Tal y como temían, el Hospicio es la tapadera de algo mucho mas siniestro. Es la base de operaciones de algún tipo de conciliábulo maligno de adoradores de Urgathoa. Hay tres líderes principales, al servicio de la misteriosa Andaisin.

El primero es Reiner Davalus. Al parecer se dedica a viviseccionar varisios jóvenes con la ayuda de un diablillo que le sirve como su familiar, con intenciones no aclaradas. Parece competir en esa investigación con los otros tres para ganarse el favor de la Suma Sacerdotisa.

Reiner, interrumpido justo antes de diseccionar a Umbra

El segundo no es otro que Rolt. Desquiciado y demente, parece gozar de una situación privilegiada en la escala de mando. Aparte de irritar enormemente a Reiner, su papel no esta demasiado claro. Por lo que parece se dedica a "coleccionar" a los sujetos de prueba mas jóvenes para sumarlos a su colección de "niños perdidos" de los que habla como si fueran su familia.

Rolt Lamm, maldad y locura

Y el tercero es un agente misterioso, al que los otros dos tienen claramente miedo, y al que Andaisin ha dado prioridad para continuar con la insidiosa investigación. Umbra no sabe su nombre, pero parece estar servido por al menos un vampiro enormemente fuerte... al que para escapar, dejó atrapado en el ascensor antes de hacerlo explotar.

La huida pirómana de Humbra además de un gran revuelo, ha provocado un incendio y una densa humareda. Es una oportunidad que los aventureros deben aprovechar, sobre todo porque cuando todo se calme, está claro que se extremarán las medidas de seguridad.

Reunidos todos en lo alto del tejado, deciden emprender el asalto. Descuelgan el ascensor aumentando aun mas la confusión con el consiguiente derrumbamiento, y descienden directamente al nivel más bajo del edificio, donde esperan encontrar con vida a Cressida.

No tardan en comprobar que el nivel inferior es en realidad un templo de la Princesa Pálida, lleno de todo tipo de atrocidades, en el que los Médicos de la Reina sirven como lacayos adoctrinados de una célula cultista de la diosa de la no muerte. Se abren paso entre ilusiones, trampas mortales y enemigos traicioneros, teniendo que dar muerte a tres damas grises que descienden para investigar desde el nivel superior.

Finalmente topan con el propio Rolt, que les espera con una indulgente y amable sonrisa, alegre de haberse reunido por fin con "sus hermanastros"... antes de lanzar sobre ellos todo un enjambre de retorcidas y mortales marionetas.

Los corderos de Rolt

Se desata entonces un cruento combate, en el que ambos bandos hacen uso de todos sus recursos para alcanzar la victoria. Usando con astucia sus conjuros, Humbra consigue distraer a Rolt y a los cultistas lo suficiente como para que sus compañeros se lancen a fondo a por el psicópata que durante tanto tiempo les ha atormentado.

Rolt, no obstante, no es un blanco fácil. Usando a sus esbirros para ganar tiempo, hace todo lo posible por dejar fuera de combate a los aventureros, que sin embargo resisten con éxito todas su maldiciones. El Asesino de la Cerradura se ve cada vez más arrinconado, mientras sus aliados y macabras creaciones van cayendo hasta que solo queda el.

Antes de que pueda emprender la huida con un último conjuro, Korag cae sobre Rolt. Perdido su mandoble, intenta desgarrar su cuello con sus propias garras, poseído por una furia imparable. En el cenit de su ira, los espíritus de los ancestros que caminan junto a él se manifiestan desatados, hiriendo al vástago de Gaedren hasta dejarlo al borde de la muerte. Demente hasta el final, el Asesino de la Cerradura se ríe de forma macabra, ajeno al miedo. "La muerte es solo el principio" masculla ante el rostro del félido, sonriente, como si sólo él entendiera el sentido de un chiste que acabase de contar.

Es entonces cuando Zellara se manifiesta.

Manos que son muerte

De entre los jirones de niebla espectral que rodean a Korag siempre que se deja llevar por la furia, una delicada figura femenina emerge, como si siempre hubiera sido una más entre la turba de voces ancestrales que siempre acompañan al mercenario. El espectro se alza ante Rolt, con las manos extendidas, y es ese el único instante en el que el psicópata muestra un verdadero y atávico terror.

Y después muere.

Los dedos translúcidos de Zellara se hunden en su rostro, como dagas de hielo, cortando la carne y llegando al cráneo, segando sin compasión la vida del asesino más famoso de Korvosa en una escena pavorosa que dura varios latidos de corazón. Solo cuando toda vida abandona los ojos desorbitados de su asesino, Ojos Muertos se da por satisfecha, aflojando su presa.

El cuerpo inerte rebota una vez contra el suelo antes de que Rhorcin lo decapite de un certero golpe. Sin ceremonia alguna, Ghûnter recoge la cabeza del suelo. Apenas le dedica una mirada antes de arrojarla impasible a un caldero ardiente. Es todo el rito funerario que el sacerdote dedica al infame nigromante.

Es entonces cuando el cadáver se retuerce sobre las losas, y de sus restos brotan, libres al fin, docenas, centenares, de figuras fantasmales. Se alzan de los restos mortales de su asesino, como si hubieran sido sus prisioneras durante años, flotando en el aire antes de desaparecer como hojas llevadas por el viento. Solo uno de ellos permanece. Un niño, al que le faltan las dos manos.

Su rostro es la viva expresión de una agonía que por fin cesa. Su figura se diluye con lentitud, mientras una sonrisa se dibuja en su rostro.

"Gracias"

La fantasmagórica palabra resuena en la mente de todos, como un eco en el pensamiento.

Y al desvanecerse el chico, el espectro de Zellara gime de dolor y angustia. Tiende una mano hacia el hijo que le fue arrebatado, pero las volutas de niebla la atan a Korag, impidiéndole reunirse con el pequeño. La desgarradora escena quiebra la furia atávica del félido, y la manifestación de la vidente se debilita, hasta ser absorbida de nuevo hacia el interior del mercenario.

Él la llama desconsolado. Solo le responde el silencio, y las miradas tristes de sus compañeros.

El félido ruge, dejando salir el insoportable dolor, y la pérdida. Y es ese rugido terrible es el epitafio que rubrica la que, sin embargo, es la mayor victoria del variopinto grupo de huérfanos.

Por fin son completamente libres de la sombra de Gaedren.





ENTREVISTA CON UNA VAMPIRESA

Al registrar la sala palmo a palmo tras el combate, Drogodor repara en una puerta que parece fuera de lugar. Una elegante hoja de ebano negro, con un llamador gótico en forma de murciélago, que nada tiene que ver con la recargada decoración colocada por todas partes por los devotos de Urgathoa.

Cuando el grupo se acerca a investigar con curiosidad, la puerta se abre por si misma, y una voz con un marcado acento les invita educadamente a entrar.

Cuando acceden al interior, se encuentran en un lujoso despacho, ricamente decorado con muebles de la misma refinada calidad que la puerta. Al otro lado de un gran escritorio, les recibe una inesperada anfitriona.

Sin duda se trata de la tercera lugarteniente de Andaisin, sobre la que tanto Rolt como Reiner hablaban con claro temor. Gûnter solo necesita mirarla un instante para darse cuenta de que se trata de una nosferatu, un poderoso vampiro superior con grandes poderes mágicos. Un enemigo que, en su condición actual les supera ampliamente.

Ella sin embargo no esta interesada en una confrontación. Con sosegada cortesía les invita a sentarse y a parlamentar. Siguiendo el ejemplo del sacerdote ulfen, el grupo decide tomar asiento y escuchar lo que su anfitriona tenga que decir.

La vampiresa se presenta como Arkmina Rakhnos. Con absoluta franqueza, admite que se encuentra en el templo, trabajando para los siervos de Urgathoa, contra su voluntad. Sirve a un Maestro, que ha hecho un pacto con Andaisin sobre el que ella poco sabe. Como parte de ese trato, ella debe servir a la suma sacerdotisa y ayudarla a crear una enfermedad muy concreta con la que diezmar Korvosa. El Velo Carmesí.

Arkmina Rakhnos

No obstante, esta ya hastiada de su misión actual. Desea ponerle fin lo antes posible. Y solo hay una manera de hacerlo. El trato de su Maestro fue sellado con Andaisin. Si la servidora de Urgathoa muere, Arkmina será libre de volver con su Señor. Es simple, pero no puede hacerlo por su propia mano o incumpliria las condiciones del pacto. De modo que el trato que les ofrece es simple.

Si los aventureros aniquilan por completo a la Suma Sacerdotisa, la vampiresa marchará de Korvosa para no regresar, dejando atrás sus notas sobre como fue creado el Velo. Además, dejará con vida y en perfecto estado de salud tanto a Cressida como a Ruan Mirukova. Ambos son sus "invitados" e incluso se los muestra brevemente para probarlo.

Sigue un corto regateo, en el que Drogodor consigue convencer a la nosferatu de que les entregue varias redomas curativas. Intrigada por los mercadeos del varisio, Arkmina se toma un interés personal por el, llegando a pedirle una redoma de su propia sangre. Al hacerlo admite que es el único enigma que queda por resolver. El motivo por el que algunos varisios son inmunes al Velo. Ante la negativa de Drogo, ella se contenta con decirle que puede esperar una eternidad antes de "examinar en profundidad a tan intrigante especimen".

Cierran el trato. El propio Gûnter, a pesar de ser un cazador de no muertos, les hace ver muy a su pesar que no tienen otra opción. El tiempo corre y pronto tanto las Doncellas Grises como los refuerzos de la Iglesia de Farasma llegarán al Hospicio. Cuando eso suceda, todo debe estar ya resuelto.

Sanan sus heridas y se despiden de Arkmina, que les desea buena caza.


MUERE, MUERE DOS VECES

Siguiendo las indicaciones de Arkmina, se adentran aún más en el templo, en busca de su presa. Han sido advirtidos sobre el poder de Andaisin y obran con cautela. Gracias a esa cautela evitan una trampa explosiva que alguien muy habilidoso y con conocimientos avanzados de ciencia había dejado en su camino. La intención, mas que volarles por los aires, era liberar los demonios encerrados en enormes tinas de cristal. Los hábiles dedos de Drogodor no solo desactivan la trampa, sino que además le permiten hacerse con el explosivo.

Es en ese momento cuando se hace evidente, por los ruidos que llegan de atrás, que los cultistas del nivel superior por fín se han abierto paso entre el incendio y acuden a reforzar a sus camaradas. Gûnter se separa entonces del grupo, dispuesto a bloquear el pasillo para darles tiempo a terminar la tarea. Se despide solemne, y los demás prosiguen.

Ese último pasillo les lleva hasta el sancta santorum del templo, donde la orgullosa Andaisin les espera, lista para acabar con ellos. Es tan vanidosa como la nosferatu les había advertido, lo cual les da un tiempo precioso para hacerse una idea de la sala y de sus oponentes mientras Drogo entretiene a la lasciva seguidora de Urgathoa como buenamente puede. Andaisin tiene 4 fornidos guardaespaldas no muertos, y tras ella una enorme estatua de Urgathoa parece aumentar su ya de por si considerable poder.

Suma Sacerdotisa de Urgathoa Andaisin

En el largo circunloquio, llevada por la soberbia, Andaisin se regodea describiendo sus planes para destruir la ciudad entera con su mayor creación, una enfermedad imparable que saciará con incontables almas el apetito de su Diosa. Es en ese momento cuando comete la temeridad de mencionar a Ileosa, jactándose de estar en tratos con ella. Según la Suma Sacerdotisa, fue la reina la que la hizo llamar tras haber oído hablar de su talento. Si eso es cierto, es el Trono Carmesí el que esta detrás del Velo de Sangre.

Cuando la conversación entre el bardo y la suma sacerdotisa llega a un callejón sin salida, el combate estalla. Andaisin se ha preparado a conciencia, y es tan temible combatiente como Rhorcin o Korag. Su guadaña necrótica inflige graves daños a los aventureros, que se ven además acosados por malignos conjuros y los fornidos zombies de la escolta. Durante un largo rato los tremendos golpes muestran una lucha igualada. Pero los huérfanos están desgastados por la lucha anterior con Rolt y no son capaces de mantener la línea por mucho tiempo.

El primero en caer es Korag, con una tremenda herida que solo de deja con un hilo de vida. El siguiente en ser malherido es Rhrorcin, que retrocede para usar uno de los viales de Arkmina. Desesperado, Drogodor intenta escabullirse hacia la estatua, con la esperanza de que al destruirla Andaisin se vea seriamente debilitada. Apenas ha podido colocar el explosivo que había recuperado cuando es apuñalado por Reiner. El jefe de los Médicos de la Reina era el que había puesto la bomba, y solo aguardaba el momento adecuado para atacar al primero que se separara del grupo adentrándose en la sala.


Con Drogodor malherido, Humbra se adelante, intentando atrapar a Reiner con una telaraña que el chelaxiano elude con ademan despectivo. Se dispone a abrir en canal a Drogo, y es cuando comete un error fatal. Sus modales aristocráticos le llevan a apartar con un gesto seco el gabán que lleva antes de lanzar una estocada a fondo. Y es cuando el abrigo se queda adherido a la pegajosa tela de araña conjurada por el mediano.

Al ver lo que sucede, Drogodor rueda por el suelo, alejándose de la estatua. "¡Ahora Humbra!" Y mientras Rhorcin cotiene a Andaisin como puede, el mediano lanza un proyectil ácido contra el explosivo recién colocado, haciéndolo detonar. Tanto la estatua como Reiner, que no puede hacer nada por escapar, vuelan por los aires.

¡Ahora Humbra!

La tremenda detonación sacude la sala, haciendo que todos caigan al suelo. Poseída por una ira indescriptible, Andaisin se alza de los escombros, dispuesta a acabar con sus enemigos de una vez por todas. Pero cuando intenta decapitar a Rhorcin con un golpe fatal, la fortuna le da la espalda. Su guadaña se clava en el suelo de piedra junto al casco del elfo, y al intentar arrancarla el astil se quiebra, dejándola indefensa. Sin dudarlo un instante, el pupilo de Brazofuerte la atraviesa de lado a lado, con una lanzada que habría llenado de orgullo a su padrastro.

La suma sacerdotisa cae muerta, por fin. El maltrecho Drogodor corre a sanar las heridas del moribundo Korag, que consigue abrir sus ojos felinos para descubrir con sorpresa que el varisio le ha salvado la vida. Severamente vapuleados, y tosiendo por el polvo, el grupo de huérfanos se reúne aún sorprendido por su segunda victoria.

Deseosos de comprobar si Arkmina realmente cumple con su parte del trato, y si Gûnter sigue con vida, el grupo se separa. Drogodor se queda rapiñando los cuerpos, y Rhorcin hace lo posible por liberar de la piedra la guadaña encantada de Andaisin. Los demás se alejan por el pasillo, para descubrir que el sacerdote de Farasma apenas vive. Esta rodeado por los cuerpos de dos médicos de la reina y dos doncellas grises. Todo indica que la resistencia del ulfen fue desesperada y mortífera.

Mientras le atienden, Drogo y el lancero elfo vuelven a la carrera, con los ojos desorbitados. Según cuentan, el cadáver de Andaisin se ha alzada de nuevo, revivido por energías malignas que surgieron de los restos de la estatua de Urgathoa. Ahora es una criatura no muerta que les persigue implacable.

Andaisin renacida


Apenas tienen tiempo de atrincherarse en la sala en la que dieron muerte a Rolt, cuando el ser espectral les da alcance. Ahora es una criatura de tres metros con una guadaña sustituyendo su antebrazo derecho, que busca venganza de manera implacable. En el combate que sigue los aventureros dan lo poco que les queda, luchando a la desesperada contra una criatura que ignora las heridas y el dolor.

Andaisin rompe sus defensas y se adentra en la sala, dispuesta a darles el golpe de gracia. Sin embargo, el sistema de pasarelas juega en su contra. Dispuestos a su alrededor, todos la golpean con todo lo que les queda, en un último intento de detenerla. Es suficiente.

La suma sacerdotisa cae por segunda vez, y su cuerpo se disuelve en el suelo como si fuera un bloque de hielo.

Es entonces cuando una de las puertas superiores se abre. Cressida aparece sostenida por Ruan, ambos se sostienen en pie a duras penas.

"Hola chicos. ¿Me he perdido algo interesante?"