viernes, 16 de septiembre de 2022

La Maldición del Trono Carmesí - 1.10 - Epílogo del Capítulo 1

 CABOS SUELTOS, CUENTAS PENDIENTES

Una vez mas, Korvosa es un caos sangriento, en el que la gente se oculta asustada o se desparrama por las calles para entregarse al saqueo. Una vez mas, se saldan cuentas al amparo de los disturbios. Una vez mas, los caballeros infernales imponen la ley con puño de hierro.

Refugiados en la casa de Zellara, los aventureros contemplan por los ventanales como la historia se repite una vez mas, esta vez provocada por la terrible masacre en el que debería haber sido el patíbulo de Trinia. Humbra sigue sin aparecer y no hay noticias de su destino.

Korvosa en llamas, otra vez

El amanecer llega silencioso, entre columnas de humo. A golpe de espada se ha impuesto de nuevo el toque de queda, al menos en las zonas mas civilizadas de la ciudad. Dejan una nota para el mediano y se ponen en marcha, pues hay cuestiones que no se pueden demorar mas.

Cruzan una vez mas la ciudad para llegar al gran templo de Farasma. La noche también ha sido ajetreada en el Gris, pues cuando la ciudad se agita, también lo hacen sus muertos. Son recibidos sin embargo por la Gran Sacedotisa, que ha recompuesto el cadaver de Gaekhen. Ha sido debidamente informada por Lonegar de cuando sucedió en las catacumbas. Y por eso ahora tiene su propio interés en dar caza al Asesino de la Cerradura.

Es su deseo que a partir de ese mismo instante, un templario de su congregación acompañe a la insolita patrulla de la Guardia. Con poca o ninguna opción de negarse, los aventureros deciden que en realidad toda ayuda es poca en las presentes circunstancias. Es así como se les une Gûnther Rhâll, un corpulento ulfen que parece tener cierta experiencia como investigador y cazador de no muertos al servicio de Farasma.

Tras las debidas presentaciones, se ponen en marcha hacia el cuartel de la Guardia, donde deben entregar el cuerpo del fallecido sin dilación.

Allí asisten a la tensa ceremonia diplomática mediante la que la Mariscal Cressida entrega el cuerpo de vuelta a su abuelo, el chamán Mil Huesos.

Mil Huesos, chaman de los Sklar-Quah

El viejo shoanti se muestra mas agradecido y sereno que sus indómitos acompañantes, a los que resulta obvio que ha tenido que contener para que no se cobrasen venganza directamente sobre la ciudad. Les despide con buenas palabras y deseandoles suerte. Tras esto recoge el cuerpo de su nieto y abandona una ciudad a la que no desea volver jamás.

Una vez solos, Cressida se desploma en su silla, agotada por la tremenda jornada. Con tristeza les cuenta que ahora mismo su posición y rango están en peligro, y que la Corona no esta especialmente satisfecha sobre como ha conducido sus propias indagaciones sobre la muerte del rey. Las próximas jornadas prometen ser duras para ella, puesto que su principal valedor en la corte, el Senescal del Castillo de Korvosa, ha desaparecido sin dejar rastro. Ahora mismo todo está en su contra, y en esas circunstancias es mejor que mantengan las distancias con ella. Les pide por tanto que le devuelvan su salvoconducto, que les identifica como miembros de Guardia.

Prometiendo contactarles si las circunstancias lo requieren, se despiden de la agotada Mariscal, a la que dejan mirando a través de su gran ventanal una ciudad humeante.

Es hora de volver a las calles, a buscar información y rumores. Hay que encontrar cuanto antes a Humbra, y tomar ciertas decisiones ahora que su refugio habitual es conocido por Rolt. Es buscando rumores y pistas como Drogodor se entera de algo interesante. Al parecer, algo turbio pasa en El Final de la Anguila. Devargo lleva tiempo sin mostrarse y el negocio permanece cerrado a cal y canto desde hace cierto tiempo. Sin embargo, siguen sin encontrar ni una pista de su compañero mediano.

Al mismo tiempo, es momento de prepararse para lo que viene. Gastan las monedas que tienen lo mejor que pueden, dispuestos a dar una cálida bienvenida al Asesino de la Cerradura la próxima vez que se muestre.